Marilyn tenía cuatro años cuando tuvo su primera experiencia con el otro mundo. Según sus propias palabras: "en aquella primera visión, un grupo de niños de todas las razas, culturas y religiones, se cogían de las manos y cantaban: somos sólo uno, uno en el espíritu, uno en el Señor, somos sólo uno...".
viernes, 15 de enero de 2010
TODA UNA VIDA EN CONTACTO CON EL MÁS ALLÁ
Marilyn tenía cuatro años cuando tuvo su primera experiencia con el otro mundo. Según sus propias palabras: "en aquella primera visión, un grupo de niños de todas las razas, culturas y religiones, se cogían de las manos y cantaban: somos sólo uno, uno en el espíritu, uno en el Señor, somos sólo uno...".
A aquella primera visión se sucedieron muchas otras.
Marilyn creció en el seno de una familia judía ortodoxa masacrada en el holocausto nazi, aunque sus padres huyeron a Canadá donde ella nació. Fueron precisamente las caras de sus familiares muertos las primeras que se parecieron ante Marilyn: "mis padres se asustaron mucho cuando, siendo nada más que una niña, empezé a describir con todo detalle no sólo las caras de mis familiares asesinados, sino sus vidas, sus experiencias y muchas otras cosas que yo no tenía porqué saber, así que me llevaron al rabino para consultarle". Marilyn tuvo suerte, como ella misma asegura, porque ese rabino, en lugar de decir que aquello era obra del mal, tuvo la valentía de tranquilizar a sus padres diciéndoles que aquella niña tenía un auténtico don divino: el don de comunicarse con los espíritus del más allá.
Y así creció Marilyn, utilizando su don con absoluta naturalidad. Hasta los 16 años, no supo que no todo el mundo veía caras, colores y luces como ella, que no todo el mundo era capaz de precedir la muerte de su abuela, como ella, que no todo el mundo tenía 'línea directa' con el más allá como ella...
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